Tiempo de Cuentos
enero 18, 2011
"No sabes lo que es Cuba, simplemente una maravilla, yo he viajado tres veces en mi vida a Varadero y he quedado fascinada, no puedes dejar pasar una oportunidad así..."

Esto era algo así como un sueño, nunca había salido de Sudamérica y no lo había pensado, pues por estos tiempos veía mi panza crecer de manera abrupta que la idea simplemente no rondaba mi mente. Dos días antes un amigo nos había contado algunas cosas sobre Cuba, específicamente sobre La Habana (ah olvidaba decir que serían tres días en Varadero y siete en la capital para disfrutar por completo las maravillas del país mmm sonaba cada vez mejor) y aprovechó para hacernos unas recomendaciones del caso, todo lo que me decía parecía verosímil y fácil de comprender, hasta podría decirse que fue benevolente en sus comentarios.
Un día antes del viaje pasamos a las compras, una de las recomendaciones más simpáticas del viaje había sido la compra de condimentos, algunos articulos de aseo y dulces para llevar, nos dijeron que esas cosas faltaban por allí, que sería una maravilla que los cubanos recibieran esos objetos de nuestras manos. Sonaba bien, el asunto estaba en saber como se los íbamos a dar: ¿nos mirarían rarísimo si les dábamos de regalo una máquina de afeitar? parecia una reverenda locura. Nada importaba, estábamos a punto de partir hacia lo desconocido, a una tierra detenida en el tiempo, a un pueblo del que se habla mucho, pero del que se conoce tan poco...

Esto lo tuve que resaltar porque odié un poco la comida del lugar, no sé porque, pero no me gustaba nada. Solo podía pensar en la maravilla de la playa turquesa y de la deliciosa piña colada que debía tomar con muy poquito ron, recordemos que tengo una niña dentro y si queremos que su desarrollo infantil sea óptimo evitamos el alcohol. ¡Cómo amé las piñas coladas y los mojitos! Mmm me trajeron a la mente mis veranos disfrutando del sol y el ron mmm.

Visité el cine y era como entrar a un teatro muy antiguo de cortinas rojas y asientos incómodos, viendo una película que jamás escogería. Entraba a los supermercados tratando de encontrar algo de comer lígero, pero lo sorprendente estaba en la cantidad de gaseosas de lata, las botellas de ron, algunos fideos y galletas de agua que llenaban los estantes. No encontraba nada que pudiera llevarme a la boca y que me alimentara. Mis noches las pasaba recorriendo desesperada un parque que atravesaba la heladería Coppelia: "por favor un helado de chocolate de $0.60 centavos de peso convertible" todo un lujo para algunos.

Fue sorprendente lo rápido que pasó el tiempo y era hora de volver, la verdad es que extrañaba mucho la comida de mi Lima y sobre todo extrañaba la facilidad de encontrar lo que quisiera donde sea. Y es que no se puede tener todo en la vida, en esta ciudad hasta las familias más humildes tienen siempre un plato de comida en su mesa, otros tienen libertad de expresión y decisión; sin embargo estamos lejos de tener una inteligencia cultural que nos aleje de esa terrible frase que dice: el peor enemigo de un peruano es otro peruano.
Algún día todo cambiará, pero tenemos que empezar ya!
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1 cosillas:
Que bonito texto, lo máximo..así fue realmente.
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