Tiempo de Cuentos mayo 28, 2021

Hoy, un recuerdo ha retumbado queriendo aparecer, queriendo ser contado. Evoco mis inicios como estudiante de literatura. Por aquellos años tuve una profesora amante de los escritores del Boom latinoamericano, le gustaba hablarnos de Borges, del gran Cortázar, pero su pasión sin duda era Gabriel García Márquez. Nos lo presentó con Crónica de una muerte anunciada, luego llegaron los Doce cuentos peregrinos y su curso acabó con su predilecto Cien años de soledad.

¡Vaya viaje junto a Gabo! Nos fue imposible detenernos.

¿Qué nos atrajo de este escritor? A mí, muchas cosas, pero sobre todo la normalización que hizo de la fantasía en sus obras, de lo irreal, de lo misterioso (según la clasificación de Anderson Imbert). Cada hecho extraordinario ocurrido en las historias de GGM era aceptada como verdad absoluta por sus lectores que no éramos pocos.

Cuando se lee a Gabo, es imposible no sentirse comprometido/a con el devenir de acciones sorprendentes que les propone a sus personajes. Cada uno de ellos es descrito con claridad, con exactitud. En este momento mi recuerdo se dirige hacia uno de sus cuentos. Me detengo en los doce cuentos peregrinos y descubro que no es ajeno al realismo mágico, eso llama aún más mi atención. Cada cuento esconde entre sus letras pasión, misterio, desenlaces inesperados; tiene historias inquietantes, uno de ellos sobresale de entre los doce: “Sólo vine a hablar por teléfono” (fue escrito antes de que la RAE decidiera que solo ya no necesita tilde, así que respetaré el título original con tilde en sólo).


Esta historia nos habla de una mujer que tiene problemas con su auto en medio de un camino desolado, intenta pedir ayuda, pero no hay nadie que pueda socorrerla, excepto un autobús de un manicomio que se detiene para auxiliarla. Ella sube esperando poder llegar al destino del bus y pedir un teléfono para contarle lo sucedido a su esposo y que este la vaya a recoger, pero cuando llega al sanatorio los empleados la confunden con una interna y se le complica el pedido de ayuda. Ella termina acostumbrándose al lugar, la relación con su esposo se fractura por malos entendidos. Nadie entendió que ella, lo único que quería, era hablar por teléfono.

Al regresar a su lectura, vuelvo a sentir la desesperación de María, he sufrido con ella nuevamente. Recordar los hechos luego de su llegada al hospital psiquiátrico, me hicieron repensar en qué es lo que hubiese hecho yo si hubiese estado en su situación, ¿me hubiese rendido pronto? ¿hubiese aceptado la confusión como ella? ¿hubiese gritado hasta ser escuchada? ¿hubiese hecho algo para escapar de esa terrible confusión?

Al releer esta historia tuve la sensación de ser testigo de una toma de decisiones en las que no podía participar, sentí la impotencia y la injusticia tan arraigada en mi sangre peruana por estos días. Mi posición como lectora ha querido tomar las riendas de mis emociones involucrándome en el proceso de darle un final diferente a esta historia. Mi mente busca darle un cierre que satisfaga mi alma lectora que ha disfrutado con este texto tan bien logrado y que guarda un final tan delirante y desafiante a la vez.  

Los relatos de Gabriel García Márquez me muestran claramente a un escritor que tiene el poder de tener a su lector comiendo de su mano, le guste o no. Soy un ejemplo perfecto. Leo a Gabo, me entrego a sus libros totalmente y lo seguiré haciendo con alevosía.

 

Te regalo uno de los cuentos de este maravilloso escritor. Disfrútalo de principio a fin.

El ahogado más hermoso del mundo - GGMml