Hoy, un recuerdo ha retumbado queriendo aparecer, queriendo ser contado. Evoco mis inicios como estudiante de literatura. Por aquellos años tuve una profesora amante de los escritores del Boom latinoamericano, le gustaba hablarnos de Borges, del gran Cortázar, pero su pasión sin duda era Gabriel García Márquez. Nos lo presentó con Crónica de una muerte anunciada, luego llegaron los Doce cuentos peregrinos y su curso acabó con su predilecto Cien años de soledad.
¡Vaya viaje junto a Gabo! Nos fue imposible detenernos.
¿Qué nos atrajo de este escritor? A mí, muchas cosas, pero
sobre todo la normalización que hizo de la fantasía en sus obras, de lo irreal,
de lo misterioso (según la clasificación de Anderson Imbert). Cada hecho
extraordinario ocurrido en las historias de GGM era aceptada como verdad
absoluta por sus lectores que no éramos pocos.
Cuando se lee a Gabo, es imposible no sentirse
comprometido/a con el devenir de acciones sorprendentes que les propone a sus
personajes. Cada uno de ellos es descrito con claridad, con exactitud. En este
momento mi recuerdo se dirige hacia uno de sus cuentos. Me detengo en los
doce cuentos peregrinos y descubro que no es ajeno al realismo mágico, eso
llama aún más mi atención. Cada cuento esconde entre sus letras pasión,
misterio, desenlaces inesperados; tiene historias inquietantes, uno de ellos
sobresale de entre los doce: “Sólo vine a hablar por teléfono” (fue escrito
antes de que la RAE decidiera que solo ya no necesita tilde, así que
respetaré el título original con tilde en sólo).
Al regresar a su lectura, vuelvo a sentir la desesperación
de María, he sufrido con ella nuevamente. Recordar los hechos luego de su
llegada al hospital psiquiátrico, me hicieron repensar en qué es lo que hubiese
hecho yo si hubiese estado en su situación, ¿me hubiese rendido pronto?
¿hubiese aceptado la confusión como ella? ¿hubiese gritado hasta ser escuchada?
¿hubiese hecho algo para escapar de esa terrible confusión?
Al releer esta historia tuve la sensación de ser testigo de
una toma de decisiones en las que no podía participar, sentí la impotencia y la
injusticia tan arraigada en mi sangre peruana por estos días. Mi posición como
lectora ha querido tomar las riendas de mis emociones involucrándome en el
proceso de darle un final diferente a esta historia. Mi mente busca darle un
cierre que satisfaga mi alma lectora que ha disfrutado con este texto tan bien
logrado y que guarda un final tan delirante y desafiante a la vez.
Los relatos de Gabriel García Márquez me muestran claramente
a un escritor que tiene el poder de tener a su lector comiendo de su mano, le
guste o no. Soy un ejemplo perfecto. Leo a Gabo, me entrego a sus libros
totalmente y lo seguiré haciendo con alevosía.
Te regalo uno de los cuentos de este maravilloso escritor.
Disfrútalo de principio a fin.
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