Tiempo de Cuentos mayo 20, 2011


Señora suba, hay asiento reservado...
Que amable este cobrador de combi, hasta parece de ensueño. Pero esto puede ser solo conveniencia, pues al fin y al cabo eres un pasaje más.

El día en que me enteré que estaba embarazada la tristeza invadió mi rostro, los reproches no se hicieron esperar y la desesperación llenó mi vida en ese momento, no porque no quisiera o porque no me creyera capaz, sino porque existían una serie de cosas no resueltas en mi vida que me hacían pensar que no era un buen momento para aceptar tremenda responsabilidad. Una vez asimilada y confirmada la noticia era hora de afrontarla con madurez, tenía la idea clara de que la edad era la mejor, no era ya una adolescente a la que le falló el método, ¡no! Se trataba de una incursión obligada y ya no había marcha atrás. El dulce embrión que cursaba mi cuerpo había franqueado cualquier vaya de seguridad y había demostrado que estaba haciendo todo lo posible por venir y sobre todo por venir a nosotros. Allí se plantó la interrogante ¿qué nos habrá visto?

Supongo que muchas cosas nos vio, somos una pareja estable y divertida. Estamos seguros que quiso ser parte de toda esa magia que siempre hemos tratado de mantener en nuestra relación. Vaya que eligió unos padres algo chiflados para cumplir su misión en la tierra. Sin embargo, siendo conocedores de la responsabilidad aceptada fuimos capaces de tomar algunos riesgos, pues por la premura del evento tuvimos que acelerar algunos planes propuestos para nuestra vida como casarnos por todos los medios y, de esta forma, hacernos acreedores del three pack (matri civil, religioso y un hijo) ¡alucinante! Las presiones de tiempo y burocracia propias de nuestra ciudad hacían cada vez más fuerte a nuestro adorado embrión, lo sentía, sabía que había alguien dentro de mí que luchaba por llegar a este mundo de la forma que sea.

Pasando al punto central de este texto diremos que, Lima es una ciudad muy ruidosa (Iquitos lo es más) y la contaminación audiovisual no solo se refleja en los gritos y la forma tan grotesca que tiene la gente de comunicarse en cualquier parte de esta tan gris ciudad, sino también en los continuos sonidos de claxón de las combis y couster o de algún taxi que quiere llevarte por donde ellos van porque muchos de ellos no conocen el lugar a donde vas, no obstante te quieren subir de todas maneras (claro las combis también hacen esto) ¡Habla! ¿Vas?

Muchas veces tuve que salir de casa para ir a mi centro de labores y con el embarazo pude percatarme con mayor rapidez de lo ruidoso que puede ser viajar en una couster. Primero, podemos comenzar con el inigualable estilo que tienen los cobradores de llamar a la gente, de bajar a los que estorban en la puerta y de aplastar a los pocos que tiene adelante para pasarlos atrás con el acostumbrado "avancen atrás, colaboren pe`". Segundo, encontramos el estridente sonido de una radio que, con suerte, está bien sintónizada; una radio que se encuentra emitiendo una cumbia de moda, algún teckno de los noventa o en el mejor de los casos, algo tan apacible como una melodía de la nueva ola en "la hora del lonchecito", puede ser que el sonido no sea tan exagerado, pero la mayoría de veces, el nivel del volumen siempre se convierte en algo desagradable. Tercero, no podía faltar en esta sin igual crónica, el ruido que emerge apartir de un reconocido "señores pasajeros, damas y caballeros...", los continuos vendedores infaltables en el transporte público que te obligan a prestarles atención por el incansable ir y venir de sus productos (los mismos de siempre) el clásico ole ole, las gomitas de colores, los hilos y agujas en paquete de a sol, los libritos de nutrición, etc. Son incansables, pero no tan detestables como aquellos que suben sin productos y que con sus rostros y una historia repetitiva e inverosímil casi nos obligan a darles dinero por nada, incluso están los payasos que buscan dinero acosta de uno de los pasajeros, a quien toma de punto de burla para satisfacción de los demás (muy típico en el país y no solo en este campo). 

La lista de molestias en el transporte urbano es inacabable, sin embargo se deben soportar con estoicismo por ser el único medio económico que se puede utilizar para trasladarse a cualquier punto de la ciudad. Con el embarazo la molestia se hace mayor porque la percepción de todo se agrava con la agudización de los sentidos y eso que no menciono nada con respecto a los olores que una es capaz de sentir. La protesta sobre estos sucesos se hace imposible, pues decir algo significa recibir una típica respuesta de este tipo: "si no te gusta toma taxi". ¡Vaya única solución!

Pero, no solo el martirio que una mujer embarazada debe aguantar en la movilidad diaria está relacionado con el aspecto fisico del transporte, sino también con el aspecto social. La gente está empezando a desbordar insensibilidad, la solidaridad está quedando de lado y el beneficio personal bate records de venta. Con tristeza  me ha sorprendido ver a muchos jóvenes que prefieren hacerse los dormidos antes de ceder un asiento a una persona anciana, pues el asunto del asiento reservado es otro cantar. Este punto me genera un poco de desolación, el compañerismo y el desinterés se pierde a cada paso en nuestra ciudad y mi estado de gravidez me ha ayudado a darme cuenta de esta triste situación.

Muchos días pasé observando diversas actitudes en las personas y es que el embarazo realmente me alteraba los sentidos y la indignación tocaba mi puerta cuando quería. Otras cosas llamaron también mi atención y es que ante la percepción de mi estado muchas amistades a mi alrededor coincidían en cuestionar el lugar donde había decidido recibir a mi hija (¿no te vas a atender en un hospital o clínica? ¿estás segura del riesgo que quieres correr?) y la programación de su nacimiento: ¿Queeeeeeeee? ¿Es que mi hija necesita sacar cita para venir al mundo? ¿Estamos tan consumidos por la presión de tiempo que necesitamos organizar el inicio de alguien que aún no sabe cuando desea venir? ¿Empezamos a forzar la vida? 

Increible me pareció todo esto, no obstante aprendí muy rápido a relajarme ante esta pregunta y es que cada vez me hacía más experta en dar respuestas simples o no comentar nada sobre mis decisiones. Muchas veces no contestaba y otras solo sonreía para no entrar en detalles que lo único que hacen es crearte mayor tensipon interna. Pero esa no fue la única pregunta que nos persiguió en esta etapa, cuando se cumplieron las 40 semanas de gestación apareció la que correspondía al límite de espera para que naciera y nuevamente el horror ¿Quéeeeeeeeeee? ¿Ahora debo apresurar a mi hija? Esto no fue tan fatal, al parecer mi hija ya había sentido como sería el lugar al que había decidido venir y aunque ya no había marcha atrás, estaba esperando el último minuto para salir. Nosotros no queríamos forzarla a nada, sin embargo el tiempo era propicio y si queríamos tener un parto natural sin complicaciones lo ideal sería inducir, así lo hicimos y esa sería otra historia.

El nombre que elegimos para mi hija también fue un problema para muchos, como buenos peruanos decididmos ponerle el nombre de un personaje de una serie animada por una razón especial. Nuestros cálculos nos habían llevado a pensar que en el mejor o peor de los casos nuestra hija nacería dentro del tiempo de piscis, eso significaría que podríamos ponerle un nombre diferente que se relacionaba con alquel elemento agua, mucha gente buena preguntó el porqué del nombre y con cansancio repetíamos el significado, otras tantas solo se reían y decían que éramos malos padres por ponerle un nombre tan raro. Descubrimos que al limeño le es tan difícil aceptar lo diferente o raro, todo lo que no es de común acuerdo social lo ridiculiza o lo critica por no saber que opinar. Ya me acostumbré a eso y no cambiaré mis ideas ni mis elecciones por esa razón.

Hice todo lo posible para que esas experiencias no me afectasen, mi embarazo debía ser genial y creo que la mala onda de las personas no es lo único que predomina en esta caótica ciudad, a veces sin esperarlo recibí mensajes de gente que ni conocía ofreciéndome su más profundo cariño. Algunas personas me brindaban todas las ayudas posibles al ver mi estado y otras simplemente me demostraban su cariño con una significativa sonrisa.

Mi linda Katara Aitana nació el 25 de marzo a la 1:15 de la mañana en Pakarii: una casa de nacimiento que recibió a mi pequeña con mucho amor, en un ambiente natural lleno de paz y tranquilidad, tuve un parto natural maravilloso en el agua sin ningún tipo de analgésico, estuve acompañada de mi amante esposo, mi paciente hermana y mi maravillosa doctora Ángela Brocker quien nunca dudó de que nuestro parto sería exitoso y divino. No hubo complicaciones, todo salió como esperábamos, ahora tengo la suerte de tener en mis brazos a una fantástica niña que duerme a mi lado y que me demuestra su amor con cada gesto que viene de sí. Me siento feliz de haber ignorado a todos aquellos que criticaban la forma en que iba a venir mi hija a este mundo, estoy contenta de haber sentido todo ese dolor que conlleva a ayudar a una nueva vida a nacer.

Yo nací en Lima y mi hija también, sin embargo he decidido enseñarle que esta ciudad no nos debe limitar, que nuestras elecciones nos hacen libres, que existen más personas, opiniones y lugares en este mundo y que podemos equivocarnos siempre y que lo importante es aprender de nuestros errores para no volver a cometerlos, porque la única misión que debemos cumplir en la tierra es la de ser felices en todo el sentido de la palabra.