Tiempo de Cuentos febrero 18, 2021



Una reflexión lectora para ti


Desde que éramos pequeños o pequeñas nos han repetido frases que han resonado en mi cabeza por mucho tiempo:

“Leer te hará ser una persona de bien”

“Hay que leer mucho para ser grande en la vida”

“Leer nos hará libres”


“Lee para que seas alguien en la vida”

“Leer te hace más culta”


Lo escuché tantas veces que hasta me lo creí. Pero, ¿realmente estas frases son ciertas? ¿Estas frases generan una conciencia de importancia de la lectura? ¿La lectura es importante en la vida del ser humano? Puede que sí y puede que no. Veamos algunos hechos a partir de mi experiencia que nos pueden dar luz sobre estas clásicas cuestiones.

Durante la etapa escolar he leído muy poco, si a cuentos y novelas se refiere. Los profesores de aquel tiempo nos hacían copiar grandes textos que escribían en las pizarras y luego nos brindaban una serie de preguntas para investigar en libros que todos teníamos en casa: las grandes enciclopedias que reunían todos los temas que te brindaba la escuela.

Mi mamá invirtió en comprar algunos de estos libros grandes muy reconocidos a nivel mundial los “Espasa Calpe” que traían muchísima información de diferentes especialidades y una podía buscar tranquilamente los datos necesarios. Hacía mi tarea, lo presentaba y luego debía memorizar todo para el examen de final de semestre. Esta rutina se repitió durante muchos años incluyendo, además, los resúmenes de los clásicos de la literatura que no eran obligatorios leer completos. Repetición sin comprensión


Tuve una profesora de literatura que fue un ejemplo para mí desde el primer día de clases, me incentivó la lectura de cuentos y la poesía, recitábamos mucho a su lado, porque era fanática de la voz en alto. Antes de terminar la escuela se fue y pusieron en su lugar a otra profesora que realmente me daba miedo. Ella nos obligó a leer el Mío Cid, Hamlet, La Palabra del Mudo (algunos cuentos) y Crimen y Castigo. Era mi último año en la escuela y leía con miedo, era mi último año y odiaba al mundo, era mi último año y mi rebeldía lectora explotaba.

Me preguntaba, ¿leer te hace una persona de bien? ¿cómo podía ser eso posible?

Esa profesora que pasaba largas horas con nosotras, había leído muchos libros y humillaba a sus estudiantes a diario, como podía ser una persona de bien. Mi rechazo a la lectura tenía nombre y apellido: Marcela Beteta.

Luego de un año ocurrió el incidente con mi hermana, ella me regaló un libro y sólo lo leí porque me lo había dado ella, era un clásico de la Literatura Juvenil de aquel entonces, “mi planta de naranja lima” que tocó todas las vértebras de mi ser (mientras escribo este ensayo entiendo el porqué de mi afición por el recuerdo de este libro); en ese entonces me sentía como Zezé: desprotegida por la autoridad familiar, política y social de mi país. Era muy joven para llegar a esos razonamientos a esa edad.

Al salir de la escuela estaba perdida en el mundo real, una prima mía me pidió que nos inscribiéramos en un instituto pedagógico para convertirnos en profesoras, yo insistía en que esa idea era una locura, pero a fuerza de argumentos razonables típicos de la edad -“acompáñame a estudiar en ese lugar, si no estás haciendo nada de tu vida, haz nada conmigo”- accedí.

Ella quería estudiar docencia en la especialidad de literatura y eso sí que no quería, lo rechacé al instante. Yo postularía a la especialidad de ciencias sociales, porque sentía que la historia tenía más sentido para mí. Ese año no hubo ingresos para esa especialidad, así que terminé postulando a Literatura para acompañar el proceso vocacional de mi prima.

Ingresé con pocas ganas, pero fue lo mejor que me pudo pasar. El lugar estaba destinado a que leyera todo lo que llegaba a mis manos y a mi vista. La educación era mi pasión y no lo supe hasta que le brindé la oportunidad a Piaget y a Paulo Freire, estaba atenta a lo que tenían que decirme, los clásicos de la educación estaban en mis manos ahora. En ese entonces su lectura me llevó a reflexionar sobre la educación y el proceso del estudiante para el aprendizaje, al instante llegó a mi cabeza “¿leer te hace culta?” Cultísima entendiendo el término que propone la RAE:

Dotado de las calidades que provienen de la cultura o instrucción”.

A mis dieciocho años hablaba sobre los “estadíos del desarrollo cognitivo” y los comprendía. Pude entender las bases que muchos pedagogos necesitan tener en cuenta para respetar el aprendizaje de sus estudiantes, claro que me sentí culta. Y aquí reparo en el tipo de lectura del que uno se hace adepto, si la definición de culto proviene de la cultura, pues cada texto de tipo que sea te lleva a la propia cultura de donde proviene.

Al terminar la carrera había leído muchos clásicos con un sentido preciso del contexto en el que se desarrollaron, entre mis favoritos estarían “Dioses y Hombres de Huarochiri” de Francisco de Ávila, “La Divina Comedia” de Dante Aliguieri, todas las de William Shakespeare (aunque la que más llama mi atención es Macbeth), Madame Bovary (Emma me pareció un personaje crucial en la lucha por la liberación femenina), Naná de Emile Zolá (leer sobre una prostituta de una forma tan real y sin miramientos sociales en un país tan conservador como el mío, fue un detonante). Entonces, ¿leer nos hace libres? En la medida que lo desees y lo permitas SÍ, a mí me liberó el pensamiento, me dilató la estrechez mental, me brindó la capacidad de tener otro punto de vista sobre el mundo, gracias a mis lecturas clásicas he podido entender el real significado de la interculturalidad.

Ayer volví a tomar a Hamlet en mis manos y el “ser o no ser” se me hizo tan necesario en estos momentos de incierto político. He decidido dejar de No Ser y he pasado a Ser el capitán de mis decisiones (políticamente hablando)

Las elecciones en la vida han sido complejas, pero siempre hubo un libro que llegó en el momento justo para hacerme entender que podemos tomarnos el tiempo para leer mientras las ideas se acomodan y el camino aparece, es inevitable que suceda; ya lo diría Víctor Hugo “Ningún ejército puede detener la fuerza de una idea cuando llega a tiempo”.

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En conclusión puedo decir que leer es un proceso natural que el ser humano lo transforma en hábito vivencial, de acuerdo a sus necesidad vitales.

Así como el buen alimento le proporciona las mejores nutrientes al cuerpo humano, la buena lectura le proporciona las herramientas necesarias al alma humana para que el hombre pueda defender sus ideas o simplemente creer en ellas.

Leer te hace libre si eso es lo que buscas o al menos te libera de la mirada cuadriculada de la vida.

A veces, los caminos de la vida te llevan hacia un buen libro y como si estuvieras dentro de un video juego hay una posibilidad que gracias a él se abran otras puertas, pases a un siguiente nivel y el juego se haga imparable.

No todos los clásicos tocarán tu corazón, pero la emoción que te brinda la lectura de uno al que has vuelto o ha aparecido en un momento determinado, te llevará a compartirla con una emoción mayor casi comparada con la del primer amor.

Yo leo para abrir mi corazón, para respirar otro espacio y tiempo, para soñar despierta. Leo para recordar quien soy y el largo camino que aún me falta recorrer. El mundo se hace grande y yo con él.

Y tú ¿para qué lees?

por Yeniffer Díaz