Tiempo de Cuentos enero 19, 2011


Hace muchos años, una mata de queshque había crecido en la falda de un cerro lleno de piedras, allá bien, bien lejos, en el que no se veía ni una hierbita. Pero ¿qué es un queshque? Es aquello que nosotros conocemos como cactus, y que en aquel tiempo no tenía espinas como las tiene ahora.


En aquel lugar no había ni una gota de agua pues  la lluvia aparecía una que otra vez, a pesar de eso la planta se hallaba siempre verdecita y el interior de sus gruesas hojas estaba constantemente lleno de un líquido blanco y de una pasta muy suave.

Todos los días pasaban junto al cerro rebaños de llamas, vicuñas y alpacas y cuando tenían sed se acercaban al queshque y mordían sus anchas hojas para refrescarse con su jugo. Claro está que al pobre le causaban dolor los mordiscos que le daban y decía:
    -¡Si tuviera con qué defenderme de los dientes de estos animales!

Se hallaba una tarde muy tranquilo, cuando de pronto a lo lejos oyó un ruido que venía de la cumbre del cerro.
Queshque: Oh que locura, eso que viene de allá arriba es una zorra y una gran piedra, están bajando muy rápido.

La piedra llevaba la delantera y el animal iba tras ella, estirando las patas lo más que podía.

Zorra: ¡No me has de ganar!
Piedra: ¡Anda, palangana; si ya no puedes más, estás con la lengua afuera!

Esto lo decía dando vueltas y botes entre las rocas, bajaba a cada instante con mayor rapidez, dejando atrás a su contrincante. De repente oyó el queshque que lo llamaban:
-¡Tío queshque, tío queshque!
Puso atención y se dio cuenta de que la voz era de la zorra.

Queshque: ¿Qué quieres?
Zorra: Tío queshque, hazme un favor, ataja la piedra y yo en pago te regalaré mis uñas.
Queshque: "¿Uñas?". Pero si eso era precisamente lo que necesitaba. ¡Uñas para poder defenderme de las llamas, las vicuñas y las alpacas que me muerden todo el día sin compasión! Enseguida te voy a ayudar.

La piedra se le aproximaba más a cada rato, dando salto tras salto. La planta esperó que se le acercara lo suficiente y cuando ya la tenía a corta distancia, estiró cuanto pudo sus largas hojas, ni más ni menos que si fueran brazos, y la atajó sujetándola fuertemente.

Mientras tanto la zorra había ido avanzando. Pasó junto a la piedra, la cual estaba prisionera sin poder moverse, y llegó al pie del cerro, que era la meta de la carrera. Una vez allí levantó la cabeza y comenzó a gritar fuertemente:
Zorra: ¡Piedra, piedrucha, te gané!

Mientras tanto la piedra trataba de soltarse, pero la planta la sujetaba con firmeza.

Zorra: ¡Todavía no la dejes libre!, tío queshque. Espera que me ponga a salvo; como me alcance, en venganza me da un machucón que me deja muerta en el sitio. ¡Gracias!

Y diciendo estas palabras partió a correr de nuevo, atravesó unos matorrales y se escondió en una cueva.

Cuando el queshque vio que el animal se encontraba ya a salvo, aflojó los brazos y soltó la piedra que gritándole mil insultos se fue a perder detrás de unos cerros. Entonces la planta sintió algo raro. Se miró y vio que en los bordes de las hojas le habían crecido cientos de espinas parecidas a las uñas de la zorra. 

Desde aquel día la zorra y el queshque son grandes amigos.

Tiempo de Cuentos


Alargué tanto las noches para estar a tu lado, que las mañanas se me hicieron innecesarias y el trabajo estúpido, sirviente, esclavo con fines que solo existe en el pensamiento ilusorio del materialismo.

Toda una semana alargando horarios y espacios, solo para compartir tu aire y tu aliento abrazando, sin saberlo, mi sentido de libertad.

Quise detener el cuadro para quedarme en la foto; quieres ser parte de otro paisaje e intento a toda costa que te quedes en el mío cuando dices que lo quieres.

Te quiero aire tan fácil de respirar y de sentir, tan sencillo como desear la muerte en cada trozo de felicidad. El deseo se hace profundo y casi desesperante que ya no concibo tranquilidad ni quietud, ni ganas de un nuevo y bien elaborado intento…
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Tiempo de Cuentos enero 18, 2011

"No sabes lo que es Cuba, simplemente una maravilla, yo he viajado tres veces en mi vida a Varadero y he quedado fascinada, no puedes dejar pasar una oportunidad así..."

Cuando mi esposo me dijo que iríamos de luna de miel a Varadero no me la creí, primero me reí y luego lo miré un poco raro, con un pack matrimonial y un niño en camino no me parecía una idea económicamente cuerda; sin embargo, contra todo pronóstico, la propuesta estaba a punto de convertirse en purita realidad.

Esto era algo así como un sueño, nunca había salido de Sudamérica y no  lo había pensado, pues por estos tiempos veía mi panza crecer de manera abrupta que la idea simplemente no rondaba mi mente. Dos días antes un amigo nos había contado algunas cosas sobre Cuba, específicamente sobre La Habana (ah olvidaba decir que serían tres días en Varadero y siete en la capital para disfrutar por completo las maravillas del país mmm sonaba cada vez mejor) y aprovechó para hacernos unas recomendaciones del caso, todo lo que me decía parecía verosímil y fácil de comprender, hasta podría decirse que fue benevolente en sus comentarios.

Un día antes del viaje pasamos a las compras, una de las recomendaciones más simpáticas del viaje había sido la compra de condimentos, algunos articulos de aseo y dulces para llevar, nos dijeron que esas cosas faltaban por allí, que sería una maravilla que los cubanos recibieran esos objetos de nuestras manos. Sonaba bien, el asunto estaba en saber como se los íbamos a dar: ¿nos mirarían rarísimo si les dábamos de regalo una máquina de afeitar? parecia una reverenda locura. Nada importaba, estábamos a punto de partir hacia lo desconocido, a una tierra detenida en el tiempo, a un pueblo del que se habla mucho, pero del que se conoce tan poco...

Llegamos a Varadero e inmediatamente descubrimos que este lugar no era Cuba, las playas estaban llenas de extranjeros y los empleados del hotel nos hablaban en inglés. Hey! un momento, yo vengo de Perú, un país chiquito, donde la comida nunca falta en ninguna reunión y es deliciosa. No confundir por favor.

Esto lo tuve que resaltar porque odié un poco la comida del lugar, no sé porque, pero no me gustaba nada. Solo podía pensar en la maravilla de la playa turquesa y de la deliciosa piña colada que debía tomar con muy poquito ron, recordemos que tengo una niña dentro y si queremos que su desarrollo infantil sea óptimo evitamos el alcohol. ¡Cómo amé las piñas coladas y los mojitos! Mmm me trajeron a la mente mis veranos disfrutando del sol y el ron mmm.

Después de tres días de ser los reyes del tiempo y de la vida libre regalando por doquiér chocolates ole ole, caramelos de leche, máquinas de afeitar y uno que otro maquillaje, tuvimos que ir a La Habana y es allí donde realmente la aventura comenzaría. El tiempo se había quedado varado en 1958, los autos, las calles, la gente; todo parecía sacado de una película de gansters; vaya que aventura, yo aproveché a los magníficos médicos del lugar y también conocí la experiencia de viajar en el transporte público urbano, era demasiado aluciante, casi indescriptible. 
Visité el cine y era como entrar a un teatro muy antiguo de cortinas rojas y asientos incómodos, viendo una película que jamás escogería. Entraba a los supermercados tratando de encontrar algo de comer lígero, pero lo sorprendente estaba en la cantidad de gaseosas de lata, las botellas de ron, algunos fideos y galletas de agua que llenaban los estantes. No encontraba nada que pudiera llevarme a la boca y que me alimentara. Mis noches las pasaba recorriendo desesperada un parque que atravesaba la heladería Coppelia: "por favor un helado de chocolate de $0.60 centavos de peso convertible" todo un lujo para algunos.

Pasamos 7 días allí, conociendo esa maravillosa ciudad llena de gente alegre, muy divertida y sobre todo muy educada (cosa que no se ve muy seguido en Lima). Gente culta y amable, se puede ver a leguas el espíritu solidario a pesar de su estancamiento económico (otra cosa que no se ve en esta ciudad). Pude comprar tantos libros que aún me es difícil tomar el tiempo para leerlos todos, pero es que la cultura es barata y accesible para todos. El Che Guevara, Camilo Cienfuegos y Fidel son los personajes más celebrados, sin embargo todo circula alrededor de José Martí, quien lo diría y yo que solo leí dos poemas de él pensando que lo único que había hecho era aquello, sin embargo luego pude descubrir que fue uno de los que generó lo que hoy conocemos como Revolución Cubana. 

Fue sorprendente lo rápido que pasó el tiempo y era hora de volver, la verdad es que extrañaba mucho la comida de mi Lima y sobre todo extrañaba la facilidad de encontrar lo que quisiera donde sea. Y es que no se puede tener todo en la vida, en esta ciudad hasta las familias más humildes tienen siempre un plato de comida en su mesa, otros tienen libertad de expresión y decisión; sin embargo estamos lejos de tener una inteligencia cultural que nos aleje de esa terrible frase que dice: el peor enemigo de un peruano es otro peruano.

Algún día todo cambiará, pero tenemos que empezar ya!